Hoy me cambio de personalidad para expresaros lo que uno siente al perder el coche de su vida.
Lo primero de todo es aclarar que es (para mí) el coche de tu vida.
Cuando naces y a tus señores padres les dan la noticia de que pueden partir a casa con su querido retoño, salen del hospital y cuidadosamente lo meten en un coche, lo tumban en una sillita y lo atan debidamente. Ese coche sería para mí, el coche de tu vida.
Este es y será el coche de mi vida |
Ese coche en el que pasas un año y otro año sentado en la sillita, más adelante te desprendes de esta y pasas a sentarte en el centro de la fila trasera porque quieres verlo todo, quieres ver todos esos relojitos y sus agujas moviéndose, ver la carretera, y por qué no, echarte una buena y reparadora siesta porque el trayecto se está haciendo largo y monótono.
Ese coche en el que, tras pedirle permiso a tu padre, te subías en el asiento del conductor, intentabas llegar con los pies a los pedales, pero al verlo imposible te limitabas a mover el volante de un lado a otro y después llegaban tus amigos, ocupaban las demás plazas y preguntabas:
-"¿A donde os llevo?".
Y claro, la sensación y la gozada de estar ocupando la privilegiada plaza del conductor del coche de tu vida eran indescriptibles. Eras el jefe conduciendo tu coche y llevando a tus amigos hasta que el alboroto de todos ellos y el tuyo hacían que llegara papá y que se acabara la diversión.
¡Qué rabia!
Ese coche en el que cuando había más familia que plazas, no tenías problema alguno, abrías el maletero y todos lo primos para adentro y en cada bache lo escuchabas rascar con el suelo, pero, ¡que demonios! ibais subidos en el coche de tu vida y podrían quedar por delante todas las cuestas y todos los badenes y baches del mundo que el coche de tu vida se los merendaba a todos y cada uno de ellos.
Y, como no. Ese coche y la primera clase de conducción en la que te subías sobre las piernas de tu padre y con la primera engranada respondías milimétrica e inmediatamente a cada orden dada por el.
Mucho más tarde llega ese glorioso momento cuya emoción es la misma que la descrita en el anterior recuerdo, la segunda clase de conducción en ese coche, en el cual tú ocupas la posición del conductor y tu padre la del acompañante. Ese maravilloso momento en el que tu acompañante te dice:
-"Pisa el embrague y mete primera"
Al igual que en la primera clase de conducción obedeces inmediatamente.
-"Ahora suelta el embrague poco a poco, sin acelerar, ya verás que se va moviendo"
En esos momentos te das cuenta de que tu viejo acompañante siente el mismo amor por ese coche que tú. También es el coche de su vida.
Ese coche que si tienes que hacer una foto, con abrir el capó y decorarlo un poco tienes este paisaje |
"Este va a ser mi coche, me lo quedaré para siempre"
Lo piensas, lo repiensas, lo vuelves a pensar y incluso piensas en proyectos con ese coche como base...
Hasta que todo esto se va al traste.
Va por ti, Alex |
El simple hecho de pensar que ese coche se va a ir y que no lo verás más aparcado en el garaje hace que se te salten las lágrimas, pero parece que no queda más que resignarse y aceptar la verdad y aún sabiendo que harías lo que fuera, LO QUE FUERA, por impedir la despedida de ese coche, te limitas a soltar lágrimas y consolarte con que algún día, por muy viejo, por mucho que suene, por mucho que consuma, por mucho que traquetee o humee, por mucho que corra poco, por mucho que haya sufrido o por muchos kilómetros que tenga hechos, sabes con certeza que harás todo, completamente todo lo que esté en tu mano para reencontrarte de nuevo...
...con ese coche.
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